
Por Eulalio Meaurio (a favor de la televización abierta del fútbol)
Volvió el fútbol por ATC, ahora devenido en Canal 7. Volvió Marcelo Araujo y Ortega a River. Ya no está Don Niembra y su chivo “¿Ya compró su pararayos?”. Fútbol de Primera está, pero no lo mira nadie. Volvió Julio Ricardo a ser columnista y Alejandro Apo a meterle dinámica a los relatos.
Volver es distinto a tener vigencia. Regresar con un formato que ya existió no sorprende, pero mantenerse, perdurar en el tiempo es más difícil que lograr transparencia en los comicios de Afganistán.
Regularidad. Esa es la palabra que mejor le cabe al actual campeón. A falta de dos fechas para la culminación del certamen, con el título en el bolso, el naranja salió a la cancha contra Contadores Libres defendiendo la misma idea que lo llevó a lo más alto: defensa sólida, mediocampo versátil y poder de fuego adelante.
El partido fue de armas tomar. Combativo en gran parte del desarrollo del juego porque enfrente estaba el otro mejor equipo de la Liga.
El primer tiempo encontró algo acartonado a los dirigidos por Cacho Navarre. “No entrenamos en la semana y se notó”, justificó el DT tras el partido. No hubo precisión y hubo que sufrir los embates de los contadores que largaban a los volantes y tenían variantes. Sin embargo la más clara la tuvo el Naranja. Centro a la perfección desde la izquierda y el Flaco que metió la testa pero no pudo darle ubicación.
La segunda etapa fue distinta. La parcialidad visitante llenó su popular y comenzó a meter ficha. La nuestra no se quedaba atrás y con melodías mexicanas coreaban “Agrofor, Agrofor, rá, rá, rá”.
Los cambios en el rival se notaron. Uno de los puntas de refresco empezó a complicar por su estatura y oficio. El campeón no se encontraba cómodo y se notaba la falta de ritmo en algunos players, al punto que la Negra sugirió a Gastón “pedí para salir”.
Llueve un nuevo centro al área agroforeña y Facu rechaza al medio, Lafuente recibe la pelota Tatá y se hace un nudo marinero. Los delanteros acosan y fuerzan el error que culmina en penal… y gol. La jugada se para ¿Roja o gol? El reglamento queda de lado y el árbitro señala pena máxima y, por suerte, no hay tarjetas. Mingo Rosas lo cambia por gol. 0-1. La cosa venía fulera.
Ahí se vio lo mejor de Agrofor. En la adversidad luchó, mantuvo la calma y siguió intentando por abajo. Diegote la recibe en las adyacencias del área. Hace jueguito. Se la piden, no escucha. O sí, pero ya había decidido otra cosa. Bomba con parábola por arriba del arquero. Gol, ja. Golaaaaaaaaazo. 1-1. El puntuador de los lunes le grita al jefe de la banda local “¿Viste Chorpa por qué le pongo 10?”. Y el orden le ganó al caos otra vez.
Sobre el final Agrofor sufrió más de la cuenta. Cascoteo de rancho, cabezazos providenciales, despejes imperfectos, cruces pluscuamperfectos, la Foca que no mezquinó salidas y tapó todo. Perder hubiera sido demasiado castigo.
Párrafo aparte merecen las actuaciones del delantero nipón de Agrofor, Héctor Giro Nakabayashi, y el volante de creación, Diego Zambrano. Uno, hijo del Sol Naciente, que pulió su conducta en los sembradíos de arroz del Gentilini. Otro, hijo de los CDs de Alcides y pooles con cerveza hasta el amanecer en La Plata, que se graduó en chanfles de zurda en los potreros del barrio San Martín. Aparecieron cuando el equipo más los necesitaba y volvieron a ser la dupla temible para los arqueros como en el primer campeonato logrado por Agrofor.
Falta un partido para cerrar esta campaña sensacional. Y después ahí nomás el clausura, donde habrá que demostrar vigencia. Una cualidad que Agrofor no pierde.