Para los futbolistas que trabajan de otra cosa

“¿Quién y por qué? ¿Quién dice qué tienen las malas palabras? ¿O es que acaso les pegan las malas palabras a las buenas? ¿Son malas porque son de mala calidad? ¿O sea que cuando uno las pronuncia se deterioran? ¿O, cuando uno las utiliza, tienen actitudes reñidas con la moral?”. Así atacó el preconcepto sobre las malas palabras el Roberto el Negro Fontanarrosa en la apertura del III Congreso de la Lengua realizado en Rosario en noviembre de 2003.
Decimos nosotros que no hay sociedad, cultura o civilización que no tenga o haya tenido insultos. Desde la prehistoria, hombres y mujeres han necesitado de insultos para desahogar tensiones, descomprimir conflictos y continuar, como si nada, la vida cotidiana.

El diccionario de la Real Academia Española señala que el vocablo insultar significa “ofender a uno provocándolo e irritándolo con palabras o acciones”. Ahora bien, debemos reparar en dos formas de interpretar el insulto. El liso, llano e hiriente: puto, pajero o cornudo y el connotativo: que remite a segundas lecturas y reemplaza la injuria por el elogio.

Ejemplo: “¡Qué hijo de puta el 22 de Agrofor! ¡Qué bien le pega a la pelota!”. Distinto matiz tiene cuando reemplazamos el adjetivo por su acepción a secas. “El 22 de Agrofor no le pasa guita a sus hijos. ¡Qué hijo de puta!”.

Una vez aclarados estos recursos de la lengua castellana, los arrancamos del mundo de la sintaxis, la oración bimembre y el mundo literario para llevarlo a la cancha 2 del Hipódromo.

Un día de furia

“Pongan huevos manga de culeaos”. “Reventá la pelota, la reconchadetumadre”. “Da bien los pases infeliz de mierda”. Tirá el centro la puta que te parió”. “Chúpenme un huevo los del fondo”. “Cerrá el culo y corré”. “¿A mí me decís, malcogido?, O el no menos invocado autoflagelo “la puta que me reparió”.

Nada de esto parece espantar a los agroforeños. Al parecer dan cátedra en el manejo de todos los términos.

Culeao = puto, persona que fue sodomizada. Concha = Vulva. Insulto acompañado de algún familiar femenino (madre, tía, hermana, abuela, de forma indistinta). Chupar = oprimir con los labios una cosa buscando, mediante un gesto de inhalación, obtener jugo o sabor. Es interminable la cantidad de combinaciones que se pueden lograr acompañando el verbo mencionado con otros improperios. Ejemplo: chupapija, chupaculo, chupacabra, etc.

Culo = orificio que remata el aparato digestivo. “Cerrá el culo”, sinónimo de callate. También empleado como amenaza: “Te voy a romper el culo”.

“Cuanto más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir, para graficar algo; entonces: hay palabras, palabras de las denominadas malas palabras que son irremplazables, por sonoridad, por fuerza, algunas incluso por contextura física de la palabra. No es lo mismo decir que una persona es tonta o zonza que decir que es un pelotudo”, explica Fontanarrosa.

Es cierto. El fútbol es un juego viril, donde entran en disputa el orgullo, el amor por la camiseta, el ego, la gastada al o del rival, la entronación de un objetivo cumplido y una larga fila de etcéteras, que conducen a que uno adopte posturas dentro del rectángulo de juego que premeditadamente o en estado de conciencia, no piensa que puede realizar. Pero lo hace.

El cruce de artillería pesada con la que se dirigen todos los jugadores de Agrofor hacia sus compañeros es una forma de comunicación. Un lenguaje adoptado por el equipo que vino para quedarse. Que al parecer, no los espanta. Si fuera una película hollywoodense, hasta podrían cambiar sobre el final. No es el caso.

La cuestión de fondo no pasa por el improperio, el insulto o la puteada en sí, que es parte del lenguaje y bien utilizada tiene un sentido irremplazable, sino sobre su uso o finalidad ¿De qué sirve la puteada cuando el compañero ya se equivocó? ¿De que sirve putear por un lateral mal sacado, un corner ejecutado incorrectamente, un pase malo o porque el sol nos da en la cara constantemente?

Cuando es exceso, no le agrega nada. Cuando es costumbre, no tiende a mejorar el juego del equipo, solo a señalar el error del otro. Si a un incendio le tiramos una caja de fósforos Fragata de 222 unidades, lo más probable es que no se apague.

¿De qué sirve bajar la confianza del compañero con el reiterado insulto? ¿No sería mejor cada 5 puteadas, una palabra de aliento al menos?

La puteada tiene que ser alentadora: “Vamos 22, 7 o 4, carajo”. El insulto tiene que ser correctivo: “zaguero, la próxima vez que la pelota no pique, no seas pajero”. El improperio debe acomodar tácticamente: “10 corré más al que viene por tu punta, pelotudo”. Hasta que un jugador no gane un partido solo, habrá que seguir apostando al equipo.

¿Qué me calle y hable del partido? El trámite fue parejo. Agrofor tuvo las más claras pero no tuvo eficacia. El 1 a 1 estuvo bien. Clasificación y a otra cosa.

¿No te gustó la crónica? Por qué no te vas un poco a la recalcadaconchadetuprimalatrola. Abrazo de gol.