Nadie me lo contó, yo estuve ahí

Por: Eulalio Meaurio

La noche del viernes no había dejado mucho para el anecdotario. Unos tragos, un par de lentos en Cedros y de vuelta a casa. Horas más tarde, suena el teléfono. Todavía con el humo y el perfume a Red Bull con vodka en el ambiente, atiendo. Es mi jefe del blog. “Che, andá a cubrir el partido de los chetos”, dijo el Bebe y cortó. Así, sin tener tiempo de discutir los viáticos me fui para el Hipódromo.

Me ubiqué a metros de la línea de cal, ahí junto a la pesada de Agrofor. El Chorpa, Wally, los Reyes y los hijos de Ariel colgaron los trapos y se aprontaron para descargar los primeros comentarios hirientes de la tarde, pero el desarrollo del match les depararía más de una sorpresa.

Se reeditaba la final del torneo pasado: Agrofor – Estudio, Estudio – Agrofor. De entrada, actitud. Saca el naranja. Jugada preparada. Toque atrás, bochazo para el pique del volante izquierdo y ya jugamos en terreno rival. “Epa”, reflexionó con sabiduría de tablón un espectador. Con ese espíritu, Agrofor tuvo el protagonismo durante todo el primer tiempo. La pelota circulaba y el conjunto naranja llegaba por las dos bandas.

Ya sin el Negrito Rodríguez lesionado por una silla de playa, El Flaco Enrique, que jugaba con el corazón dividido por su pasado en Estudio, punteó una pelota, se abrió y con pierna cambiada abrió el marcador. “Que hago ahora”, se dijo a sí mismo. “Lo grito, hago el perrito, el torero o junto las manos en señal de perdón al club que me vio nacer”, pensó. Mientras dialogaba con su yo más íntimo, el lineman lo zafó de cualquier acción que lo hubiera condenado. Off side y todo siguió igual.

Al toque nomás, el Foco arranca la jugada, pasa al medio y llega limpia para el Mudo Insfrán. El discípulo de José Luis Villarreal sacó tiza y puso la bocha al vacío para Zambrano. Diegote leyó vacío y picó como loco con los cubiertos, se encontró con la pelota mansa, picando ingenua ella, y la cuchareó. Belleza. 1-0.

El segundo tiempo no tuvo respiro. De arranque Gastón metió una endiablada diagonal y terminó colgando la bola en el ángulo. 2-0. La mano venía derecha.

Ahí nomás, para no sacarle interés al partido, dudoso penal para Estudio. Los agroforeños van a la yugular del árbitro como yaguareté en cautiverio y vuelan amarillas a mansalva. 2-1.

El equipo no se vino para atrás y siguió jugando. Dos contras con el sello de equipo europeo (rumano o húngaro) terminaron levantando el alicaído hándicap del japonés que sumó dos goles en un solo partido. 4-1.

Fue un triunfo claro. Una grata sorpresa después de seguir de cerca la poco prometedora pretemporada. Ojalá se sigan equivocando seguido. Y que la cerveza del nuevo concesionario de la barra baje de temperatura. Para que la fiesta sea completa.